De frente al mar
De frente al mar, se me olvida casi todo lo demás: mis planes, mis amigos, los compromisos que ya había hecho, lo que quiero para cenar… Todo va desapareciendo gradualmente, y después de unos días, el peso de mi vida se vuelve intangible ante la realidad majestuosa de aquella inmensa masa de agua en movimiento que me jala hacia ella, mental y físicamente. De frente al mar, pareciera que mi vida entera se borra pero, paradójicamente, es cuando más viva me siento.
Sentada en la mesa del balcón de este departamento tan lujoso que mis primos nos prestaron para escapar una semana de la pandemia en Monterrey, ayer volvió a mí un pensamiento que emerge de un cajón recóndito de mi cabeza cada que paso aunque sea unas horas en cercanía con el mar. ¿Y si me quedara aquí a vivir?
Es un pensamiento de niña, un vestigio de la enorme alegría que me traían las vacaciones familiares en los veranos. Papá, mamá, ¿y si nos quedáramos aquí a vivir? Las respuestas que me daban en ese entonces son las mismas que, al entrar a la vida adulta, comencé a repetirme a mí misma. El trabajo, la escuela, las amistades, la familia… Qué incomodidad empezar de cero, construir todo desde acá. Está muy difícil. No se puede.
Es mucho más fácil volver a Monterrey, y esperar con paciencia desde allá el momento oportuno para volver al mar, para volver a sentir que la complejidad de la vida desaparece, y volver a preguntarse ¿y si…?
Excepto que, esta vez, cuando desvié la vista de la computadora para entretenerme dos minutos con el mar picado, cuando volvió a sonar en mi cabeza la pregunta, el único sonido que la sucedió fue el de las olas rompiendo en la playa. ¿Trabajo? En línea, por la pandemia, sin probabilidades de que cambie en el siguiente año. ¿Amistades? Aún a las que viven en Monterrey, las veo casi todo el tiempo por videollamada, así que, ¿qué más dá en dónde esté? El carro está pagado, no hay planes de escuela, y si los hubiera sería un programa remoto porque pandemia. De la familia estoy por separarme justo en estos meses para irme a vivir sola y apenas estoy por empezar la búsqueda de departamentos… ¿Y si me quedara a vivir aquí?
Por primera vez en mi vida, no encuentro una razón válida para no quedarme. Habrá, claro está, que buscar opciones de renta, ver si conviene, si puedo pagarlo, encontrar una forma de traer el carro… y estaría sola acá. Pero es posible. Me asusta pensar que, gracias a esta chingada pandemia, por primera vez tengo la oportunidad de vivir cerca del mar. Me asusta porque ninguna de mis muy razonables, muy adultas, excusas tiene validez actual. ¿Y si me quedara a vivir aquí?